17 de diciembre de 2019
Discutir sobre Ébano de Ryszard Kapuściński es discutir sobre el periodismo interpretativo y la crónica. Todos y cada uno de los textos constitutivos de esta obra se enmarcan dentro de los principios que rigen a este tratamiento periodístico y a este género.
Según José Benavides y Carlos Quintero en su libro Escribir en Prensa, el propósito de todo texto dedicado a la interpretación es dar respuesta a dos preguntas esenciales: cómo y por qué. La obra del periodista polaco permite corroborar el fiel cumplimiento de ese propósito en la totalidad de sus páginas, ya sea para narrar la vida de un dictador o para relatar la razón de las vicisitudes de alguna tribu africana.
A su vez, en Ébano se observa la presencia de los elementos propios de los textos enfocados en interpretar: el acontecimiento principal, los antecedentes, el contexto, las reacciones y el análisis valorativo. No los usa todos al mismo tiempo, pero sí recurre a ellos cuando las circunstancias se lo exigen; en otras palabras, cuando hace falta añadirlos para garantizar la compresión del lector.
El acontecimiento principal lo saca a relucir en aquellas crónicas que se centran, momentáneamente, en un suceso y día determinados. Tal es el caso del escrito que relata los pormenores del asesinato de Samuel Doe, expresidente de Liberia, en 1990.
Por su parte, los antecedentes los utiliza para ahondar en los orígenes de una costumbre o de un conflicto determinado. “El infierno se enfría”, artículo donde está incluida la historia referida a Doe, echa un vistazo al pasado de los liberianos.
La misma situación se da con el contexto. Estos datos los utiliza para explicar las razones que motivan un comportamiento social. También lo emplea cuando pretende aclarar las causas de la existencia de un fenómeno en una época en particular. Un ejemplo evidente sobre el uso de este elemento se encuentra en el capítulo llamado “Oro y sal”, donde se detalla la importancia del río Níger para los residentes de la nación homónima.
El análisis valorativo está implícito en la visión de conjunto que intenta otorgarle el reportero a cada fenómeno que observa. Ciertamente, si bien Kapuściński se esfuerza por narrar la mayoría de las veces hechos concretos, siempre los usa de trampolín para alcanzar explicaciones sobre problemas más generales. Al mismo tiempo, cada uno de sus textos lo convierte en una oportunidad para plantearse hipótesis sobre variados aspectos y explicar cuáles son sus raíces, consecuencias u otras explicaciones.
También abundan las evidencias que dejan claro que se está en presencia de un libro de crónicas periodísticas y no de cualquier conjunto de historias. Kapuściński no escatima esfuerzos a la hora de aprovechar las ventajas que posibilita este género para el abordaje de todo tipo de hechos.
Para ello, conviene citar el concepto de José Sanmartí en el capítulo 14 de Redacción para periodistas: Informar e interpretar: “Dentro de los reportajes interpretativos destaca la crónica como un subgénero híbrido, que sin seguir normas fijas combina la información, la interpretación e incluso la opinión”. En efecto, el reportero utiliza estas tres clases de contenido a su favor y las emplea indistintamente a lo largo de su obra publicada por primera vez en 1998.
Al momento de informar, se apega con fidelidad a los sucesos por medio de los elementos tradicionales de validación que suele usar el periodismo. Continuamente, recurre a la precisión para validar sus planteamientos, es decir, hace uso de citas, datos y fechas específicas. En el capítulo titulado “Anatomía de un golpe de estado”, señala con exactitud a qué hora se fue desatando cada evento originado por el levantamiento militar de Nigeria de 1966.
Tampoco falla cuando le toca interpretar. No se limita a opinar, sino que se avoca a demostrar cuáles son las razones que motivan un comportamiento o un problema determinado. Por ejemplo, en el texto “Mi callejón 1967”, se propone demostrar la existencia de la inseguridad en la población de Lagos y lo normal que resultaba para sus habitantes. A tal efecto, describe la actitud desconfiada de un taxista local, relata los hurtos de los que fue víctima y narra un robo del que fue testigo durante su estancia en el lugar. Con estas pruebas, echa por tierra la mera opinión y construye argumentos que comprueban su tesis.
Al mismo tiempo y, sin descuidar nada de lo antes planteado, se permite la licencia de criticar, así como de establecer justificaciones sobre lo que observa, pero sin abandonar en ningún momento el respeto a las culturas distintas. “Aun así, incluso si no se tratase de un millón, sino, por ejemplo, de un solo hombre inocente, ¿acaso no sería ello prueba suficiente de que el diablo mora entre nosotros, sólo que en la primavera de 1994 se encontraba precisamente en Ruanda?”, reflexiona en “Conferencia sobre Ruanda”.
La posibilidad de echar mano de la libertad creativa es otro factor distintivo de la crónica, por lo que es de esperarse que Kapuściński lo utilice a su favor. Sanmartí afirma que “la crónica es fruto, en efecto, de un estilo narrativo muy personal del redactor, que transmite no sólo sus conocimientos técnicos y periodísticos, sino también sus habilidades literarias o expresivas”. En Ébano, la formalidad periodística se intercala con la originalidad del estilo del redactor en más de una ocasión. “El brujo quiere mortificarnos, acabar con nosotros. He ahí lo que persigue. Por añadidura, no existe remedio que los ahuyente, no sabe uno cómo defenderse”, escribe en el capítulo denominado “Los negros cristales de la noche”.
Quintero y Benavides van aún más lejos y, citando a Martínez Albertos, llegan a afirmar que una crónica no puede ser mejor que las capacidades de quien la redacta. La factura técnica de Ébano es producto de la maestría redaccional del escritor polaco, quien, además de saber ejercer su oficio en la calle o a campo abierto, también sabría hacerlo con la pluma y la máquina de escribir.
Como todo cronista, el autor europeo aborda en su obra temas de diversa índole, lo que convierte a su libro en un mosaico de perspectivas sobre la cotidianidad de las culturas africanas. Por tal motivo, no sorprende encontrar en su obra narraciones sobre asuntos tan dispares como las creencias populares o las disputas de orden político o social. Evidentemente, esta amplitud solamente es posible gracias a su prolongada estadía en África, que constituyó una base sólida para su trabajo. Por esa razón, Sanmartí señala que “lo normal es que los cronistas sean unos especialistas en el tema abordado, pero cuando se refiere a corresponsales entonces la especialidad es la zona que cubren”. Cabe destacar que la diversidad temática también es un rasgo propio de la crónica, la cual, a diferencia de otros géneros, no debe apegarse a los criterios de cercanía geográfica o actualidad.
Como es evidente, no hay espacio para la duda: Ébano es un libro de crónicas en todo el sentido del término. Y su valor no es poco para el periodismo. Por si mismo, es un ejemplo representativo de las amplias ventajas que puede traer este género interpretativo para un mejor entendimiento de nuestro mundo. Y de todos estos beneficios, el más importante es uno: lleva al lector a un contacto más cercano y más directo con la vida de otros seres humanos, sin importar las distancias, las culturas o las conciencias.
Referencias bibliográficas
Benavides, J. y Quintero, H. (2004). Escribir en prensa. Madrid: Pearson Education S.A.
Cantavella, J. y Serrano, J. (2004). Redacción para periodistas: Informar e interpretar. España: Ariel.
Kapuściński, R. (2000). Barcelona: Anagrama.