29 de diciembre de 2008
El minutero indica las 12. Reinician las promesas. La dama de las maletas se pierde calle abajo. El gordinflón se atraganta y ataranta con las uvas a medio camino. Aquélla se pone pantaletas amarillas. Aquél pone en su mano dinero. Promesas y sueños se ponen en boca de todos. Sonrisas por doquier en los rostros de todos los fiesteros. Los más emocionados lanzan fuegos artificiales por las ventanas. Esperanzas con los doce meses venideros. Menos lloraderas, más carcajadas. Más notas positivas, menos raspados. Menos adulterios, más fidelidades. Más caminatas, menos sedentarismo. Menos kilitos, más vegetales. Más responsabilidad, menos vagabunderías. Los grupos ganan vitalidad.
El minutero indica el amanecer de un primero de enero. Regresan los vicios. La dama de las maletas se queda en casa. El gordinflón se atraganta y ataranta con unos 365 días de austeridad. Aquélla sufre por los malos ratos. Aquél sigue en la pobreza. Promesas y sueños se vuelcan boca arriba. Seriedad por doquier en las caras de todos los exfiesteros. Los más apagados apenas se molestan en aplaudir para matar bichos. Sin esperanzas por los doce meses venideros. Siguen las lágrimas. Siguen los reprobados. Siguen los cachos. Sigue la rutina frente al televisor. Sigue el sobrepeso. Sigue la irresponsabilidad. Los grupos vuelven a la normalidad.