2008
¡Pobres ilusos! Piensan que van a vivir la experiencia de sus vidas y resulta que van a recibir la mamá de las decepciones. De eso nos estamos riendo en el carro, chiquito. Cometieron una equivocación al comprar entradas para el concierto del estadio. Tenían que comprar entradas para el nuestro, que sí va a estar bueno, a la altura de las expectativas. Los que se sienten en VIP se darán el lujo de interactuar con las estrellas.
Pues los estoy viendo ahora. Es una cola larguísima. Empieza en la taquilla de la tribuna principal, llega hasta la esquina, la dobla y sigue desde allí otro trecho extenso. Hay gente de todo tipo. Por ejemplo, acabo de ver a un treintón con franela y cinta en la cabeza alusivas a la banda. ¡Chao, tarado! Como que todavía no se han enterado de la suspensión. Calma, es con ese tipo, no contigo. No vayas a colgar.
¡Ay, apúrense! Nos van a demorar. Es una tontería, chiquito. Te prometo que estaré contigo a las siete en punto, aunque tenga que darle un bocinazo al Papamóvil. Sé que te hice quedar mal la otra vez. Pero ahora no. Tenemos la entrada. La presencia de los artistas está garantizada. Además, tú ya estás ahí. Solo tenemos que presentarnos nosotros. ¿A mis acompañantes? Está bien. Ellos estarán acompañándote, igual que yo.
¿Qué es eso que está allá? ¿Ya se prendió esto? Hubiesen aguantado un poco más para dar la bomba. Parece que los medios se pusieron a regar la información, porque yo no me he enterado de nada con mis contactos. Ellos dijeron que me avisarían con tiempo de eso. Bien bueno, pues: comenzaron a trancar las vías. ¡Que pobres fanáticos ni que nada! ¡Que los dispersen!
Tenemos que salirnos, Pancho. Gira, da vuelta en u, métete por los caminos verdes. Lo que sea. Como lo acordamos en el trato. Acuérdate que te pagué todo lo que me pediste, incluso los caprichitos. Ajá, así es como debe ser. Déjalos chillando; ellos saben que no se atreverían a meterse con cinco. Trata de no dejar tanto aceite en la grama del parque.
¿Estás oyendo lo que dicen en la radio, chiquito? Al parecer, hay conatos de disturbios cerca de las proximidades del estadio. ¡Gran cosa, como si con eso fuesen a cambiar las cosas! Sí, ya sé que faltan pocos minutos para el comienzo del concierto; guárdame un buen puesto, junto a ti. Espera, no te oigo. Miren, ¿no se les quedó el maletero abierto? Así me gusta. Los propios matones. ¡Es broma, es broma!
Por casualidad… ¿invitaste a alguien más, mi amor? Recuerda que ni tus amigos se pueden enterar de lo que pasará ahí. Es un evento para pocas personas, dedicado especialmente a ti, a nuestro cumpleañero. Te lo juro que son ellos. Aunque estarán un poco desmejorados por el viaje, los reconocerás: el vocalista con la melena retro, el baterista tatuado hasta en las cejas, el guitarrista con aire grogui, el bajista buenmozo…
Espérate, no cuelgues. ¡Métete por allí, Moncho! ¡Perdón, tú te llamas Pancho! Ese es tremendo atajo, pero cuídate de la policía. Puede que estén medio alborotados por el lío prendido. ¿En qué iba, chiquito? Quiero disculparme por no haber podido conseguirte las entradas para el otro. Te lo mereces todo, y yo como tu mamá estoy en el deber de dártelo. Sí, ese es el garaje. Abre y estaciónate con confianza.
—¡Qué bonito te quedó el garaje, chiquito! Te tomaste la molestia de reservarme en el sofá individual más bonito, aun cuando es tu cumpleaños. A ver, micrófono, batería, guitarra, bajo… ¡está todo!
—¿Ya puedo ir a buscarlos en el camerino, mamá?
—¡Tú y tus ocurrencias! ¿Desde cuándo el maletero de mi camioneta es un camerino?