Eran demasiadas escaleras para la impaciencia que sentía el curioso individuo en aquel momento, pese a ser solamente unas veinte. Era lógico, a los constructores de tiempos precedentes jamás les había pasado por la mente preocuparse por las quejas de un visitante posterior a ellos. Asimismo, era lógico pensar que a esos mismos trabajadores aborígenes jamás se les habría ocurrido pensar en las incomodidades de un fugitivo de su misma época. También eran muchos peldaños para el nerviosismo que experimentaba ese imprudente personaje de otra era, pese a ser nada más unas dos decenas.
Provisto de su pico y su pala, el hombre moderno entró en las ruinas, sin mostrarse intimidado por los confusos jeroglíficos de las paredes. Por fin, el joven del presente ubicó el punto señalado por sus compañeros, agradeciendo el privilegio de ser el líder y contar con la posibilidad de revelar el descubrimiento del año. Justo a tiempo, el adulto del pasado recordó el escondite recomendado por los indígenas, maldiciendo el hecho de ser un traidor y no contar con mejores opciones de ocultar el tesoro de su vida. Equipado con su pico y pala, el hombre colonialista ingresó al templo, sintiéndose asustado por los definidos símbolos de los murales.
Destruyendo piedra tras piedra, limpiando residuo sobre residuo y observando detalle por detalle, alcanzó a descubrir el cofre del fondo. En ese momento, el arqueólogo admirado lo extrajo y encontró adentro el porte luminoso de una máscara de jaguar. En otro momento, el conquistador solitario miró una última vez el porte siniestro de una máscara de jaguar. Destruida piedra tras piedra, limpiado residuo sobre residuo y observado detalle por detalle, empujó el cofre hasta el fondo.
No fue necesario llamar a nadie, puesto que sus congéneres ya venían a buscarlo, dispuestos a dedicarle abrazos y elogios de toda índole por su revelación. Ahora, Mario fue arrastrado por la multitud apretujada hasta afuera, sin que esto lo hiciera dejar de apretar el cofre en sus manos. Antaño, Pablo fue halado por la muchedumbre organizada hasta el exterior, sin que esto lo llevara a dejar de pensar en el cofre que estaba oculto tras las rocas. No había sido necesario que lo descubriera alguien, debido a que las tropas ya sabían dónde capturarlo, dispuestas a enviarle golpes e insultos en diversas intensidades por su secreto.
Apenas entró el investigador en el campamento y sintió sobre sí la ovación de sus compañeros de toda la vida, comprobó que estaba en uno de los momentos más importantes y dulces de su vida. A cambio de su descubrimiento, el excavador sería premiado con una futura condecoración. A causa de su traición, el enterrador sería castigado con una futura condenación. En cuando ingresó el protector del tesoro al cuartel y sintió sobre sí el reproche de sus compañeros de toda la vida, entendió que estaba en el instante más crucial y amargo de su vida.
En el presente, Mario sintió que comenzaba a vivir, premiado por el vino de sus iguales. En el pasado, Pablo sintió que terminaba de vivir, sentenciado por el arma de sus semejantes.
Y todo por obra de la misma máscara de jaguar.