Una de las temáticas más recurrentes en la historia del cine es la relativa a los personajes históricos. A esta situación no escapan los directores franceses, quienes, en más de una ocasión, han realizado películas en honor a su heroína más conocida universalmente, nada menos que Juana de Arco.
La primera de estas cintas, considerada todo un clásico, se filmó en 1928 con el título de “La Pasión de Juana de Arco”, en una evidente equiparación de su vida con el vía crucis, muerte y resurrección de Jesucristo. Para este fin, los productores recurrieron a los últimos días de Juana, en los cuales se vio forzada a pasar por un juicio, bajo la acusación de herejía, y que terminaron con su muerte en la hoguera. Con esta equiparación lo que se pretende es conmover al público, mediante el realce de su valentía y la representación de los vejámenes que padeció.
Con relación a los aspectos técnicos, es de destacar que carece de sonido, por cuanto pertenece a la época del cine mudo. Para presentarle al espectador los diálogos entre los personajes, se emplean carteles donde es posible leer lo que dice cada personaje. No obstante, tal situación no le resta fuerza al efecto pretendido, ya que se compensa con el manejo de la fotografía. Las imágenes juegan un papel vital en la reacción del espectador, siendo manejadas con gran tino por los camarógrafos en la mayoría de las situaciones, sin que esto se vea perjudicado por las limitaciones de la década.
El segundo aspecto a tomar en cuenta es la música, manejada en ese entonces por orquestas en vivo. La música se ajusta a cada situación de la mejor manera, alcanzando notas lentas en las escenas más trágicas y aumentando su intensidad en los momentos de mayor tensión. Al juntarse con las imágenes antes mencionadas, se alcanza una acertada combinación.
En cuanto a las actuaciones, vale la pena mencionar el desempeño de la actriz principal, la cual recurre a la gestualidad teatral para reflejar el sufrimiento y temor de su personaje. Lo mismo ocurre con los actores que representan a jueces y sacerdotes, quienes recurren a la misma expresividad para mostrar el menosprecio que sienten por la condenada.
Como ya se mencionó antes, la historia busca comparar a Juana de Arco con Jesucristo. Basta con observar el momento en que se le coloca una corona falsa en la cabeza, en clara alusión a la de espinas que, según la Biblia, le fue colocada al Hijo de Dios. No en vano, la historia se presta para ello. Durante todo el juicio se pone a prueba toda la fe de la mujer en sus creencias de ser una enviada de Dios, pero nada logra amilanarla. Es presentada como una figura que cree realmente en lo que afirma ser, asumiendo una postura de dignidad hasta el final. Si bien firma un papel donde renuncia a su fe y se declara “engañada por el demonio”, ella no tarda en arrepentirse, dando a la trama un giro de último momento. Al final, su muerte en la hoguera termina por provocar la ira de la población, que destruye el sitio de reclusión de Juana. La escena final de caos termina asemejándose a los momentos posteriores a la crucifixión de Jesús.
En líneas generales, puede terminarse afirmando que esta película buscó ensalzar el sentimiento nacionalista y religioso francés, mediante el uso de un símbolo histórico.