Malagradecida

2007

A mi abuelita le sobra imaginación. Se la pasa diciendo que yo no soy su nieto, sino un zamuro que se encaramó en su casa y no se quiere bajar… La verdad es que siempre ha sido así de creativa. Lo que pasa es que, con la edad, tuvo como una regresión a la niñez, y cuando uno es niño no le para a eso de distinguir la realidad de la ficción. Por eso sus fantasías se han vuelto tan exageradas. Por eso ahora vive hablando gamelote parejo, insultándome, pidiéndome que me largue, que la deje sola en ese rancho que, por cierto, no tiene cómo decir que es suyo. Solo se calma cuando se traga sus pepas para los nervios, ahí se pone mansita. Obviamente, tampoco es que la voy a someter a una nota a cada rato. No, y esa es la puntica del asunto, señora Pereira. Porque una vaina es olvidar que el nieto de uno es el nieto de uno y otra muy diferente inventarse una historia para negarlo a uno como nieto. Páreme, óigame pa’ que se entere del cuento que ella inventó. De tanto sacármelo a colación, terminé aprendiéndomelo de memoria. Y eso que es un despelote. Según ella, yo me le aparecí como en mayo, cuando ella estaba barriendo para sacar el agua de su casa por lo de las inundaciones aquellas, ¿se acuerda usted? Y yo… como el propio metiche… yo me le acerco en pleno palo de agua y la ayudo. Toda la tarde. De ahí pa’lante, para que vea la lumpia que se fumó mi abuelita, yo y que le saqué provecho a ese favor para acosarla de domingo a domingo, para ganármela. Haciendo lo que sea: tapándole las goteras que le tienen el techo como un colador, fregando el piso… hasta le conseguía comida en el mercado. Imagínese, el propio cachifo. Entonces, un día, parece que yo me le acerqué y empecé a contarle mis peos. Que Lili, mi novia, que Lili me había dejado por ser un pelabola, que me sentía solo, que andaba agüevoneado. Algo así. Y que empecé a marearla con esa lloradera. Y que ella, como era pendeja, se creyó esas mentiras completicas y así fue que me instalé en su casa. Por cierto, al hablar de eso… porque me echa en cara partes de esa historia todo el tiempo… cuando la energía le deja, mientras habla de eso, se pone histérica, tumba todo lo que se mueve… lo que puede mover con la artritis, vamos a estar claros con eso. ¿Para qué? Por lo que entiendo de su alucinación, yo, ese otro yo, le caigo a muelas para aprovechar y pedirle que me ayude a superar la mala racha. Ajá, bien arrecho que me pinta… Exacto, la otra vez vino y me dijo que aquella vez yo le juré que andaba en la calle, que no tenía ni donde caerme muerto… o sea, que la puse a sufrir con una telenovela laaaaaaarga. Exageradísimo, porque ¿quién se aguanta a un macho con ese drama barato? No joda, si yo fuera así, me zumbaría de un balcón… jajajajaja, ¿no le digo yo? Entonces resulta que eso… tranquila, abuela, deje de pelear con los enfermeros, yo ya voy para allá… ¿ve cómo me trata? Lo peor es que soy el único de la familia que anda pendiente de ella, el único en su vida. Gasto lo que tenga que gastar, no soy pichirre con lo que le hace falta… Okey, a lo que iba… Resulta que toda esa cuerda de mentiras que yo supuestamente le lanzo sirven para que ella me deje arrimarme en el rancho. O sea que aparte de inventar que no soy su nieto, se atreve a pintarme como un vivo. Está bien, es verdad lo que usted dice, no hay que ponerse a pelear con los viejos. Uno será como ellos, si llega, claro está… Pero no crea que la inventadera se acaba ahí. Eso se pone peor. Me pone contra el piso, pues. Todavía más. De vez en cuando me acusa de meter peroles ajenos en su casa. Cosas que la incomodan. Siempre inventa algo diferente, que si el calendario que tiene en la cocina no es de ella, sino mío, que le boté un radiecito que usaba en las mañanas… Otra cosa que dice bastante es que le boté unos canarios, y eso que ella nunca ha tenido canarios. A veces se pone histérica porque y que antes ella compraba una marca de leche y ahora yo le compro otra. O que le compro la patilla y la lechosa en el sitio que no es… Mire, mejor no me quedo pegado en eso para no… Ya sé que eso no es tan grave, pero súmelo a lo anterior, súmelo a lo demás que le voy a contar, y me entenderá mejor. El otro rollo es el altar que tenemos en el pasillo, nada del otro mundo. Reconozco que lo uso para orar de vez en cuando. Lo malo es que como ella no está acostumbrada, porque está chapada a la antigua y le tiene miedo a otras religiones, le parecen satánicas, se pone a inventar que yo metí ese altar contra su voluntad. Yo, su nieto, no un perro, no un trapo viejo, yo que tengo añales cuidándola desde que me botó mi mamá del apartamento cuando era carajito… Me botó porque decía que yo era un vago. Se lo perdono. Ella tenía montones de razones para hacerlo. Gracias a ese castigo salí de abajo, llegué a los treinta hecho y derecho… Entonces, ¿en qué iba? Sí, sí… fui a parar con mi viejita hace cinco años y pico. Ah, mala mía, fue un… ¿cómo es que le dicen a eso que le pasa a uno cuando se confunde? ¿Lapso? ¿Lapsus? ¡Eso! ¿Cómo? Ah, porque su criticadera llegó al límite, empeoró. En vez de ablandarse, se puso más ladilla. ¿Sabe de qué me acusó estos días? De intentar botarla de la casa. A mí en lo personal me indigna la gente que maltrata a los señores mayores, por eso me duele que me acuse así como así. A lo mejor suena egocéntrico lo que voy a decir, me da igual… yo soy un tipo zanahoria, pana hasta decir basta, cero vicios. Como yo, pocos. Creo que no me merezco tanto insulto, de verdad. Lo triste es que en su mente soy todo lo contrario, ahí yo soy, bueno, pues… en su mente, yo y que la dejé botada en un parque. Dígame usted cómo volvió a la casa, ¿ah?, dígamelo… Ella de vaina recuerda en qué ciudad vive. Ella de vaina se relaciona con los vecinos. Es de esa gente que siente ganas de vomitar cuando piensa en hacer vida social. La otra vez me dijo que yo regalé y vendí su perolero y que todo… muebles, lámparas, incluso los platos… todo lo que tenemos ahora es mío. Según ella. Por eso me moví y los escogí a ustedes: porque son buena gente, porque pueden darle un parao a nuestra peleadera, darle a ella un espacio y una compañía* con las que se sienta a gusto. Por ejemplo, mire a esa enfermera que está hablando con ella. Mire con qué paciencia trata a mi abuelita. Yo jamás tendría tanta calma. También los escogí por el asunto económico. ¡Es gratuito! Yo mato tigres, pero eso no me da biyuyo, apenas me alcanza para reunir sencillo. Como me dijo la otra vez, que ustedes son de por aquí y entienden cómo es todo, que ustedes atienden a la gente en la casa hogar sin ganas de sacarles plata ni nada de eso. Y eso es raro. Hay tanta gente que intenta sacarle el beneficio a lo que hace, que viven del esfuerzo ajeno, hasta cuando se supone que ayudan al prójimo, ¿es o no es así? Bueno, muchas gracias, siempre que pueda pasaré por aquí. Me la cuidan, ¿oyó? Ella es muy especial, con todo y que está mal de la cabeza. Hasta luego. Ah, por cierto, ¿será que me deja hacer una llamada rápida? Yo vengo ya… Aló. ¡Épale, mi vida! Sí, la dejé en el asilo… ¿Qué qué? Repíteme lo último. ¡No me digas eso, por favor! ¡No me digas! ¡No me digas! Tenías que decírmelo hace… ¡No, no, no, no, no… ya qué coño! Está bien, está bien. Esta mujer del carajo… Mire, como que no podrá ser. Me la llevo. Créanme, no es por culpa de ustedes, es por otra cosa. ¡Abue, deje de pelear, nos vamos pa’ la casa! Chao, señora Piñango, ¿por allá? Okey… Te salvaste. No me sirves. A Lili no le gustó. Te dejo con tu rancho y me largo. Yo que tú no me reiría. No se creyeron tu cuento, se creyeron el mío, y eso te va a pasar factura más temprano que tarde, si no te mueres antes. Dale, pues, dale, denúnciame, ¿quién le va a creer a una vieja solitaria?

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de josé court

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