Febrero, 2009
En Internet nacen cada día y sin distinción centenares de blogs con fines diversos: humorísticos, chismosos, noticiosos y artísticos. Así son estas páginas web que se han apoderado de la Red y han transformado a ciudadanos comunes en héroes o villanos.
Son cuestionados sus usos como estimulantes para el ego, difusores de rumores y repetidores de tonterías. Ahora bien, recordemos lo peligroso de las generalizaciones. Es verdad, buena parte de las bitácoras personales le sirven poco al mundo de las tres W. Sin embargo, no deben pagar justos por pecadores todos los blogueros. Entre los estudiantes sin vocación se esconden jóvenes que dignifican sus carreras universitarias. Detrás de las novelas trilladas viven las obras de Cortázar y Poe. Detrás de los filmes baladíes brillan La Naranja Mecánica y Casablanca. Sin duda, la diversidad es el caldo de cultivo de donde emergen los grandes aportes a la cultura universal. De la discriminación y censura absolutas nada valioso surge.
Igual ocurre con las bitácoras en línea. Entre el montón hay casos de buen nivel. Si los tachamos a todos como boberías, entonces desanimaremos a aquellos blogueros que sí aprovechan sus rincones digitales con fines creativos y sociales. Por supuesto, deben restringirse las páginas web que irrespeten los derechos humanos. No obstante, tal premisa no niega una cosa: por los buenos blogs vale la pena respetar los que no nos gusten. ¿O es que acaso se nos ocurre eliminar el cine, la literatura y la humanidad por los casos negativos? En caso de respuesta afirmativa, será mejor parar el mundo y bajarse.