27 de octubre de 2008
Era y soy un fotógrafo X. Atascado en el tránsito de rutina. Iba rumbo a la universidad. Ansío de toda la vida dejar la X y pasar a ser El Fotógrafo. Llovió o llovía, el automóvil iba mojado. Un mendigo transitaba en la acera. Cosa corriente, déjate llevar por la corriente de la lluvia. Si es que llovía. Se paró frente a un kiosco. Buen surtido de chucherías, más saludables que el pan dentro de la vianda. Pienso en ratas, cucarachas o ratones. Los descarto nuevamente, de la misma manera que en aquel instante. Pidió algo al vendedor. Tenía dinero. Lo sacó de recolectar latas. Robar a un transeúnte. Descartable, su dignidad o su nivel de hambre no llegaba hasta ese nivel. La boca del expendedor debió estarse moviendo. Decididamente, el hombre en situación de pobreza compraría algo o se lo regalarían. No vi plata circulando. Extendió el brazo, un cilindro blanco era un sexto dedo. La imagen es de antología. Hermosa. No es la expresión correcta. ¿Encajaría en el retrato de la página de sucesos o en el mural que dedica loas al armamentismo? Artística. Me distraje viendo la manera en que se diluía en la cotidianidad. Violé las normas del interaccionismo simbólico. El mendigo se alejó fumando su cigarrillo, sin que yo supiera cómo lo encendió. O no lo encendió, se limitó a tragar nicotina cruda. Viéndolo alejarse, lamenté no tener una cámara fotográfica conmigo para congelar el momento. En resumidas cuentas, la estrella fugaz (el cigarro fugaz) que se llevaría mi X pasó y no pedí mi deseo.