Una lectura condicionada

El venezolano se caracteriza por acercarse a los textos en busca de entretenimiento y por especialización, pero tiene dificultades de comprensión

 

La lectura, como pocas actividades humanas, convoca individuos y contenidos muy heterogéneos: el padre con el diario, el adolescente con el best-seller, el profesional con el libro especializado, el empleado conectado a Twitter y, no faltaba más, usted ante este reportaje. Venezuela, declarada territorio libre de analfabetismo en 2005 por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), cuenta con una población tan variada como esa pequeña muestra de perfiles. Pese a semejante variedad de gustos, la tarea de definir al venezolano alfabeto es posible: se trata de un ciudadano que lee para entretenerse y por necesidades profesionales, de lectura fragmentaria y con dificultades para la comprensión textual. A estos rasgos se suma su preferencia mayoritaria por la prensa, en detrimento de los libros.

Un pequeño sondeo de calle permite corroborar parte de esas características apuntadas. La consulta se efectuó en distintas partes de Caracas y fue realizada a unas cuatro personas con edades ubicadas entre la adultez y la adolescencia.

Para Natasha Vivas, con 17 años y residencia en Los Rosales, la posibilidad de leer no es poca cosa. Considera que se trata de una oportunidad para “aprender mucho” sobre el mundo y su realidad. Es aficionada a la saga Crepúsculo de Stephanie Meyer y a los textos de crecimiento personal, aunque reconoce que no lee más de dos libros al año, aparte de los que le son asignados en su centro de estudios.

Gleidysmar Ramos, otra adolescente de la misma edad, tiene gustos parecidos en cuanto a la lectura, pero se atreve a precisar el nombre de un segundo autor: Paulo Coelho. Cree que esta actividad es una gran oportunidad para “enriquecer el vocabulario y la expresión”. Además de los dos o tres libros que dice leer por año, asegura revisar, ocasionalmente, los periódicos y las revistas que éstos traen.

Entre los adultos consultados, las preferencias varían significativamente. Enrique Álvarez, transportista escolar y quiosquero de lotería, dedica la mayor parte de sus capacidades lectoras a la revisión diaria de la prensa, en especial de las secciones de deportes, economía, política y sucesos. Afirma que, a sus 55 años, sólo lee libros para ayudar a su hijo con las tareas. Entretanto, la docente María Tortolero, con veinte años de ejercicio profesional, señala que nada más tiene contacto con textos que estén relacionados con su trabajo. No obstante, estima que su lectura es constante a lo largo de todo el año.

Comparada con otras actividades, la lectura es una actividad poco común entre los venezolanos. Así lo demuestra un estudio realizado por los comunicólogos Marcelino Bisbal y Pasquale Nicodemo, el cual se encuentra disponible en el libro “El consumo cultural en América Latina”. En este texto editado en 2006, se revela que el 76% de las personas ve televisión diariamente, pero apenas un 15% se dedica con la misma frecuencia a la lectura de libros. En el caso de la prensa, este porcentaje asciende a un 49%.

El Centro Nacional del Libro (Cenal) maneja otros datos estadísticos. El Estudio sobre Comportamiento Lector y Acceso al Libro de 2006 determinó que el 50% de los consultados dedicaba tiempo a esta práctica todas las semanas y un 45% lo hacía de forma regular. En contraste, apenas un 4,1% dijo que no leía nada en los 365 días del año.

En el caso de la elaboración de textos, se estima que ese mismo año fueron producidos 4 mil nuevos libros, de los cuales 1.500 correspondieron a editoriales privadas, 420 a las públicas y 380 a las universidades. Estos cálculos fueron realizados por la Cámara Venezolana del Libro.

El ciudadano medio

Delimitar el comportamiento lector del venezolano promedio no es una tarea fácil, pues los gustos difieren de un modo marcado entre un ciudadano y otro. La edad, el nivel educativo y la profesión son factores determinantes que se deben tomar en cuenta al momento de aproximarse a este tema. La profesora Marta Briceño, egresada del Instituto Pedagógico de Caracas, estima que es un campo muy abierto, en el cual cuesta establecer parámetros. Toma como ejemplo la variedad de preferencias al momento de leer que ha observado entre sus alumnos durante 29 años de experiencia docente.

Sin embargo, hay estudios que se atreven a hacer generalizaciones. Uno de ellos es un informe sobre la educación en el mundo de la Unesco, que fue dado a conocer en 2002. Según este trabajo, titulado “El derecho a la educación”, el ciudadano de nuestro país, en un 40%, padece de analfabetismo funcional. Esto quiere decir que una parte significativa de la población sabe leer, pero tiene dificultades para analizar y comprender lo que lee.

Rosalexia Guerra, gerente general de la Unidad de Libros de El Nacional, concuerda, en parte, con este señalamiento, pues cree que el lector general tiene bajas competencias. De todas maneras, hace una matización, al estimar que, en los últimos años, se han producido una serie de transformaciones en materia tecnológica que han estado cambiando la situación. “Es muy importante destacar que también hay mucha mitología de que el lector no lee. Hay que preguntarse qué libros estamos poniendo en manos de los lectores”, reflexiona.

El sociólogo Mariano Herrera, quien tiene estudios especializados en la Universidad de París 8, también resta importancia al fenómeno de la población analfabeta funcional. Cree que está reducida a una minoría de la población total. Según sus cálculos, el venezolano promedio tiene, al menos, unos 8 años de escolaridad, al tiempo que estima que esta problemática de comprensión textual debe estar presente, hoy en día, en un 25% de la totalidad poblacional.

En tanto, Norma Odreman, ex directora general del antiguo Ministerio de Educación, tiene coincidencias con el informe y estima que el estado de cosas se ha agravado con los cambios sociales. “No leemos, porque no somos capaces de buscar información por nuestra propia cuenta. Eso complica a la gente”, señala.

¿Qué lleva al venezolano a acercarse a un texto? Una investigación realizada durante la I Feria del Libro Argentino en Caracas, en 2004, concluyó que la mayoría de los consultados suele leer por placer, es decir, buscan textos que le agraden y se ajusten a sus intereses. No en balde, todos los especialistas consultados coincidieron en que el factor edad juega un rol determinante en esos gustos.

En el caso de los niños y jóvenes, el entretenimiento es el principal criterio para determinar qué leer y qué no. En esta selección, suelen excluir los textos escolares, con los que no se sienten identificados. Sobre este punto, coinciden todos los entrevistados. “La gente lee por obligación, sobre todo a nivel educativo. Lo hacen cuando tú le asignas un libro, pero no realmente es porque ellos deseen hacerlo”, apunta Briceño, para luego contrastarlo con el interés que nota en sus estudiantes al momento de leer un best-seller. La problemática se agrava, desde el punto de vista editorial, cuando se toma en cuenta la insuficiencia de libros producidos para ese nicho que denuncia Guerra.

La educación ha jugado un papel fundamental en esta postura que ha asumido la juventud al momento de acercarse a los textos. Para Odreman, el modelo de enseñanza emprendido por los maestros de primaria aleja al joven de la comprensión lectora y vuelve mecánico su proceso de aprendizaje. “De un lenguaje oral voy a un lenguaje fraccionado. No se descubre la belleza de la lectura, de aprender lo que le permite pensar. La escuela causa una ruptura allí que es muy difícil de romper después”, critica.

Del mismo modo, parece haber un distanciamiento entre las nuevas tecnologías y la escuela, donde la primera ha llevado la ventaja en captar la atención de los jóvenes y, ante lo cual, la segunda no ha sabido manejarse. “Tenemos un nuevo lector al que le tiene mucho miedo la escuela, la universidad. Es un lector avezado y fragmentado. Cuando se tiene acceso a Internet, también hay una lectura importante”, explica Guerra.

No todo el peso en la definición del perfil lector entre jóvenes e infantes lo tiene el ámbito educativo. La familia, como el primer centro de formación de la persona, juega un rol estelar. “(Los años cuarenta) eran un tiempo en que la gente pasaba más horas con su familia. Muchas madres leían. Eran lectoras”, añade Odreman. Por el contrario, estima que ahora la figura materna no realiza esa actividad, debido a que la sociedad actual no le concede suficiente tiempo libre. Una investigación de 2001, realizada por Emilia Moreno, reafirma este planteamiento al señalar que “el medio estimulante en relación con los hábitos lectores es el de aquellas familias en las que se valora la lectura, aunque sólo sea porque se le narran cuentos o se le leen historias”.

En el campo adulto, las preferencias difieren: se produce un acercamiento entre la profesión y los contenidos que se eligen para leer. “Hay pocos lectores, pero son muy especializados”, opina Guerra. Este fenómeno se da desde el mismo momento en que ingresan a la universidad, donde, por fin, se encuentran en contacto con el área del conocimiento que les interesa desde lo personal y laboral. “Ya cuando la gente pasa de bachillerato sí hay concientización y ya la persona busca qué es lo que le gusta leer”, afirma Briceño.

Sin embargo, Odreman, quien actualmente es Gerente de Proyectos Institucionales de la Cadena Capriles, cree que no se trata de un verdadero gusto por la lectura. Por el contrario, atribuye esta búsqueda de libros a una exigencia laboral, con lo que se asume, de nuevo, el acto de leer como un medio y no como un fin.

Pero leer va más allá de los libros. Hay otro medio donde el manejo de esta habilidad es una necesidad: la prensa. Guerra ataja de inmediato este tema y establece una clara diferenciación: “hay un lector de prensa y hay un lector para otro tipo de soportes”. Indica que es un tipo de lectura que parece estarse abandonando, pues asegura que la circulación de copias de El Nacional ha disminuido. La única excepción se da los días domingo y la atribuye a la tradición de dedicar este día del fin de semana al contacto con los periódicos. “El impreso va asociado a una cantidad de rituales, de tiempo, de serenidad, de disfrute, al margen de la intención del lector de informarse”, apunta. Pese a este descenso en las ventas descrito por ella, los estudios de hace cuatro años del Cenal demuestran que el 69,6% de los venezolanos todavía prefiere la prensa para leer. En cambio, menos de la mitad de los consultados (42,8%) se inclinaron por los libros.

Guerra cree que este medio de comunicación conduce a un procesamiento de la información fragmentario, es decir, induce lecturas superficiales de los temas, donde lo principal es enterarse de lo que sucede, a diferencia de la mayor profundidad que puede exigir otro soporte. Esta característica, lejos de desaparecer, parece extenderse, pues esta editora considera que Internet está tendiendo a estimularla con el auge de redes sociales tales como Twitter.


Promoción y propuestas

La principal carta del Gobierno Nacional en esta materia ha sido el Plan Revolucionario de Lectura (PRL), cuya creación se hizo efectiva en abril de 2009. Este proyecto plantea, según el texto disponible en el sitio web del Ministerio del Poder Popular para la Cultura, la democratización del libro y la lectura, a través de la producción de textos y la difusión de la lectura por medio de los consejos comunales, organizaciones sociales e instituciones educativas.

La actual gestión maneja que, hasta el pasado mes de diciembre, 57.486 personas se habían incorporado a la ejecución de este plan. Al mismo tiempo, estos datos del Ministerio del Poder Popular para la Comunicación y la Información fijan que, para ese momento, el proyecto ya había llegado a 205 municipios. En búsqueda de una mayor información sobre el PRL y la gestión oficial en el campo de la lectura, se intentó contactar a representantes del Cenal, pero no fue posible comunicarse con ellos.

Guerra reconoce el trabajo del gobierno en este campo, al señalar que es la única autoridad que está realizando esfuerzos en la promoción de la lectura. No obstante, hace una matización: “Habría que revisar muy bien qué tanto es un tema de lectura o es, más bien, un tema de formación política”, plantea.

A juicio de Odreman, el Poder Ejecutivo no está emprendiendo realmente una política de lectura, sino que la promoción se hace en momentos circunstanciales y como resultado de casualidades, como sucede con el auge de los best-sellers de vampiros. Al mismo tiempo, asegura que la lectura no debe promoverse aliada a la “imposición”, expresión con la que alude a la connotación política que ella le adjudica al PRL.

Por el contrario, Briceño, pese a no referirse concretamente al plan, hace un balance positivo de la enseñanza de la lectura en el país en las instituciones educativas. “Hay intenciones de prepararlos bien (a los jóvenes). No sé si lo que se está manejando mal son las estrategias o las herramientas, pero en todas las asignaturas se manda a leer”, asegura.

Pero sus desacuerdos sobre la difusión lectora y la enseñanza no les impiden acordar que deben hacerse mejoras para estimular y favorecer la realización de esta práctica. Nuevamente difieren a la hora de señalar el punto exacto donde debe hacerse la corrección.

Herrera, que también obtuvo un Doctorado en Ciencias Sociales de la Universidad Central de Venezuela, encuentra el punto débil en la preparación de los maestros de primaria. “No hay que adivinarlo. Debe haber más especialización docente en la lectura”, argumenta al hilo telefónico. Ni la situación económica ni la familia son obstáculos en esta materia, pues “la única forma de superarse es mediante la educación”. Odreman llega a conclusiones semejantes e insiste en que debe abandonarse la visión “conductista” y mecánica en los primeros años de escolaridad.

Guerra no ve inconvenientes en la educación venezolana. Observa que lo que debe ser mejorado es el alcance a los contenidos, bien sea por medio del incremento del acceso a Internet, ubicado en 33% para mayo de 2010 según Conatel, o de una mayor producción de contenidos adaptados al consumidor de libros. Cree que esta última exigencia ha de ser cumplida tanto en el sector juvenil como en el sector adulto. Sobre lo que todos coinciden es sobre la vigencia de la lectura. Para los cuatro especialistas y los cuatro lectores consultados, más allá de sus preferencias y niveles de lectura, las potencialidades de saber leer son infinitas. De acuerdo con ellos, el conocimiento, el vuelo de la imaginación y la formación ciudadana se ocultan entre las líneas de cada texto bien escrito. Pero a eso sólo puede llegar quien sepa leer entre líneas. Quien tenga una alta competencia de lectura. ¿La tendrá usted, lector?

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de josé court

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