23 de octubre de 2009
Al discutirse sobre las personas con discapacidad, usualmente se piensa de forma limitada. Se quieren resolver sus vicisitudes con rampas, elevadores y calcomanías. A simple vista lucen como buenas intenciones, pero todo eso se queda corto cuando la conciencia y cultura de los venezolanos falla.
A nuestro alrededor hay pruebas de esta afirmación: las edificaciones siguen ignorando las pautas de construcción para individuos con discapacidad, los puestos de estacionamiento con el símbolo del hombre y la silla son ocupados por cualquiera y los entes responsables, tanto públicos como privados, actúan poco.
Y es que el asunto apunta hacia un cambio en la mentalidad del colectivo. No vale la pena enumerar la importancia de tomar en cuenta a todos los sectores que componen nuestro país, pues eso es consabido hasta por los más indiferentes. La clave del cambio está convencer a la ciudadanía en pleno de cumplir su rol en la incorporación de sus semejantes con discapacidad a la vida social, laboral y comunitaria de la nación.
Son escasos los que aún discriminan deliberadamente a las personas con discapacidad, sin embargo no es la única actitud incorrecta que se puede asumir ante éstas. A menudo aparecen individuos que consideran a las discapacidades como daños irreversibles que inhabilitan de por vida el futuro del ser humano, por lo que miran con lástima a quienes las padecen. Otros, en cambio, no establecen contacto de ninguna clase con este sector de la sociedad. Dichos comportamientos son perjudiciales, ya que discriminan a estos ciudadanos con condiciones especiales, al imponerles un trato distinto al recibido por los “normales”. Semejantes ópticas convierten los favores en limosnas de caridad.
Olvidan una cosa: todos tenemos nuestras discapacidades, bien sean físicas, psicológicas, espirituales o sociales. Con base a esto, no cabe duda que lo fundamental no radica en aguar los ojos al ver al prójimo con determinada limitación, sino en ayudar como quisiéramos ser ayudados con nuestros problemas. Esta óptica nos acerca más a los valores de solidaridad que tanto se proclaman hoy en día.
Es procedente cambiar nuestra mirada. Propongamos el deber ser, aprendamos a sentir empatía por los demás y abandonemos las miradas limitadas. Así aseguraremos que las normativas vigentes se hagan efectivas. Así garantizaremos la inclusión de las personas con discapacidad. Así, y sólo así, venceremos la discapacidad de nuestra gran comunidad llamada Venezuela.